lunes, 12 de octubre de 2009
¿Qué piensas que qué?
No, está bien, sólo quiero que lo digas más fuerte, grítalo porque no puedo entenderlo.
¿Cómo puedes decir eso de mi? No lo entiendo, no sé qué mierda es lo que hice mal.
¿Por qué no estás aquí ahora?
No puedo creer que hayas dudado.
Yo estaba tan segura de que podría tenerte para siempre. ¿Qué nos pasó?
Porque todos los días me despierto preguntándome por qué, y no puedo seguir así.
Por las noches no puedo dormir, estás en todas partes; en cada rincón de mi habitación apagada. Sólo veo las luces del reloj-despertador eléctrico, que me dice que es muy tarde, que las cosas son así de ahora en más.
Pero me hace dudar si alguna vez fueron como yo pensé que eran hasta hace poco.
¿Acaso no te das cuenta que llenabas un gran porcentaje de mi mente? No lo llames obsesión, no, por favor no. Yo te quería, te quise tanto.
Pero que dudaras de mi, que me veas como alguien que no soy, eso me tortura. Pero basta ya, es hora de dar el giro.
Ahora mi mente está vacía, blanca y lisa como la leche. Ya no pienso más, y todos los días me duermo temprano. Y mi habitación está llena sólo de mi, eso está bien. Así debió ser siempre.
No gracias, mejor no vuelvas nunca.
Y por favor, no respondas mis preguntas, quédate con toda tu mierda dentro, no me la transmitas. Eres tan peligrosamente soñador, y yo no tengo tiempo para esperar que las cosas mejoren.
Nadas en un mar pùrpura del cual no quiero ser parte, guárdate tus estrellas, porque las necesitaràs cuando nadie te alumbre con su presencia.
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